Muchas veces confundimos la palabra “disciplina” con “castigo físico”. Sin embargo, esto no es así. Según el diccionario de la Real Academia Española, disciplina es: “instrucción de una persona, especialmente en lo moral”. En nuestro sistema de artes marciales, manejamos dicha definición de la siguiente manera: “Hacer lo correcto y no lo que es más fácil”.
O sea, el verdadero significado de Disciplina y el objetivo que buscamos en nuestros hijos con dicho término es mostrarles cómo queremos que se comporten en la vida, para que en el correr de su crecimiento se convierta en una persona que pueda integrarse sin ningún problema a cualquier grupo social que integre. En definitiva, disciplina (desde la perspectiva de un padre a un hijo) es enseñar y no castigar.
Los niños no entienden qué es lo bueno y lo malo para ellos ya que no cuentan con la suficiente experiencia de vida para poder identificar y analizar las situaciones en donde los adultos deben enseñarles qué es lo correcto y que consecuencias pueden tener sus actos.
Nuestro sistema de artes marciales tiene un eje fundamental en inculcar la disciplina en los niños. A continuación dejaremos algunos de los elementos que trabajamos con nuestros alumnos.
1 – Se ponen límites bien marcados e innegociables
Generalmente los niños solo son capaces de asimilar los límites que los adultos ponemos en sus vidas si los hacemos respetar esas fronteras en forma sistemática. Es más fácil para el niño y aprende más rápido si se maneja constantemente en un ambiente donde tiene límites bien marcados y donde el comportamiento no esperado sea corregido. Dijimos en el título de este ítem que los límites deben ser innegociables ya que a diferencia de los adultos, los niños desconocen que es lo mejor para ellos ni pueden prever la consecuencia de sus actos. Cada vez que se le dice a un niño que acciones debe realizar, se le explica el por qué debe hacerlo. De esta forma los niños se sienten más animados a obedecer.
2 – No se debate con el niño
La disciplina no es un debate para que adultos y niños lleguen a un acuerdo, sino una forma de mostrarle a las nuevas generaciones cuales son los comportamientos correctos y esperados en cualquier ámbito que el niño pueda moverse de una forma positiva. Las experiencias de vida del adulto y el conocimiento de las consecuencias que pueden existir ante un comportamiento inadecuado deben ser suficientes.
3 – Educación en lugar de agresión
Cuando manejamos el concepto de disciplina es importante dejar en claro que cuando un niño no se ha comportado de la manera adecuada, es el deber del adulto el mostrarle el camino correcto para que en el futuro el niño pueda resolver por si sólo el “problema” y pueda evitar las consecuencias de sus acciones erróneas. La agresión física no ayuda al niño a comportarse mejor. Puede crear el efecto deseado a corto plazo, pero en lugar de mostrarle cómo tomar las decisiones correctas a su comportamiento, se genera miedo.
4 – Reforzar y recompensar el comportamiento correcto de los niños.
Dijimos anteriormente que cuando un niño traspasa un límite, éste debe ser corregido por el adulto. A su vez, cuando el comportamiento es el correcto y esperado, el niño debe sentir y percatarse que sus acciones son bien vistas por el adulto. Por tanto, reforzamos y premiamos los buenos comportamientos de los niños ya que al ver cierta recompensa ante una buena actitud, éstos volverán a tomar buenas decisiones ante las distintas situaciones sabiendo que pueden ser premiados por los adultos. Al igual que dijimos en el punto 1, de esta forma los niños se sienten más motivados y animados a obedecer las indicaciones.